Behzod Boltaev: el guardián visual de una tradición milenaria
- APPO

- 21 may
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Actualizado: 23 may

Behzod Boltaev nació en el año 1996, rodeado de fotógrafos destacados: principal entre ellos, su padre, el famoso Shavkat Boltaev (Q.E.P.D.); y, luego, un grupo de fotógrafos allegados como Nuriddin Juraev y Zilola Saidova, quienes formaban parte de la escuela de fotografía de Bukhara fundada por el padre de Behzod. Actualmente, todos ellos siguen siendo una suerte familia.

A los tres años, Behzod ya tenía una cámara en la mano. Luego, entre los cinco y seis años, empezó a interesarse en la fotografía. Le apasionaba todo de este arte: desde el material de trabajo mismo y su mantenimiento y reparación, hasta la toma de fotos de escenas tan cotidianas como sus amigos jugando al fútbol en el patio de su casa, serie que fotografió con una simple cámara Panasonic que tenía a la mano.
A lo largo de su juventud, admiró el trabajo de renombrados fotoperiodistas mundiales como Steve McCurry, Abbas Attar Hamedani y Reza Deghati. Fue así que, con la fuerte influencia de su padre y mentor, sumada a sus propias experiencias,

Behzod se inclina por la fotografía periodística y continúa la labor de su padre bajo su propia perspectiva: la preservación de la cultura y tradición de su país. Una caminata o cualquier quehacer, a cualquier hora del día, son un buen motivo para detenerse y registrar un acontecimiento de la historia de Uzbekistán en una “instantánea”.
La mezcla de su afán por la conservación de la cultura con su talento da como resultado el que Behzod sea un fotógrafo reconocido por la UNESCO y laureado por diversas instituciones de Uzbekistán y de otros países, como Francia, Suiza, Rusia y Argentina.
Behzod alterna entre blanco y negro y color según la atmósfera que busca transmitir; siente que cada formato le ofrece una herramienta distinta y más o menos efectiva para narrar la realidad de algunas u otras situaciones. Por ejemplo,

el blanco y negro le permite profundizar en las emociones, mientras que el color capta la vitalidad de los detalles culturales.
Hablándonos de su búsqueda de profundizar en las emociones, Behzod nos comenta que cree fervientemente que “los ojos son el espejo del alma”, ya que a través de los ojos de las personas se puede ver la alegría, la felicidad, la tristeza, la ansiedad o la sabiduría... Estas son expresiones humanas fundamentales, y Behzod nos explica que es en ellas que halla su fuente inacabable de inspiración. Esto se puede constatar en sus proyectos tales como “Tribu Misteriosa”, sobre la comunidad gitana de Asia Central; “Vista de Bukhara”, sobre la comunidad judía de Bukhara (presentado en San Petersburgo en noviembre de 2024); y “Tesoros atemporales: el patrimonio cultural judío a través de los ojos de jóvenes fotógrafos”, patrocinado por la sede de la UNESCO en París en enero de 2025.
Además de su técnica y sus contrastes de luz y sombra, Behzod pone en valor la acción,

el movimiento y las situaciones en las que se desenvuelven sus sujetos. Eso, combinado con su carácter tradicionalista y su afán de preservar la cultura, logra transformar la foto en una imagen casi surrealista y fantástica.
Tomando fotos en el Registán de Samarkand con su cámara Canon heredada de su padre, Behzod comenta que cada buena foto representa para él una felicidad pasajera; en efecto, la fotografía en Uzbekistán no es una profesión muy bien remunerada. Sin

embargo, no baja la guardia: la fotografía tiene una fuerza que lo lleva a los rincones más insólitos, donde halla manera de reproducir sus ideas. Como, por ejemplo, en los templos de Elli Kala en el oasis de Khwarezm, en Karakalpakstan, o en las calles escondidas de Itchan Kala, en Khiva. De esta forma, sus fotos recorren exposiciones en el mundo y él viaja con ellas —de manera virtual, por el momento—.
Behzod confirma que la fotografía enfrenta grandes dificultades y riesgos en su país. El

avance tecnológico constante hace que los fotógrafos deban renovar sus equipos con frecuencia; equipos que, al no estar disponibles en el mercado uzbeco local, deben ellos importar con gran dificultad y a un alto costo. Con un PIB per cápita de alrededor de 3.500 USD estimados para el año 2025, para el uzbeco promedio estos equipos resultan fuera de su alcance y, por lo tanto, la realización de un trabajo de alta calidad se vuelve bastante complicado.

Por otro lado, la modernización y el crecimiento turístico hacen que la tradición milenaria cada vez se adapte más a los cambios modernos (Uzbekistán espera tener 30 millones de turistas para el año 2030). Esto, sumado al avance de la Inteligencia Artificial y la situación precaria de la propiedad intelectual y de los derechos de autor, hace que la fotografía atraviese una gran transformación.

En este contexto, Behzod, en su afán de conservar las tradiciones y costumbres de su país, tendrá que enfrentarse a nuevos retos y obstáculos para alcanzar sus mismas metas. Inmortalizar el pasado de una de las cunas de la civilización valiéndose de fotos del presente es la labor gigantesca que Behzod está realizando. No obstante, lo está logrando, pues cada una de sus fotos nos muestra escenas de un pueblo cuyo pasado permanece latente.

Estando en su comedor, luego de nuestra larga conversación sobre su trabajo, Behzod sale a traerme una taza de té; en ese lapso, observo los nichos en las paredes, finamente decorados con ornamentos de cerámica de origen uzbeco y persa, que tradicionalmente fueron usados para almacenar bebidas y alimentos. De repente, me viene un flashback de mi infancia, cuando leía los cuentos de Las mil y una noches, pero ahora, de manera inconsciente, me sumerjo y viajo dentro de uno de esos cuentos… el tiempo se detiene un instante, esta vez en una casa de Bukhara, recordando el pasado en el pasado, a través de la fotografía de uno de los protectores de un país milenario… ¡Behzod Boltaev!





























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