Encuentro con el fotógrafo Behzod Boltaev – descubrimiento de la “Bukhara Photo Gallery”
- APPO
- 21 may
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Primer encuentro con Bukhara: entre sueños, callejones y fotografías
El tren largo desde Khiva me dejó en una ciudad sacada de un sueño oriental. Al despertar en mi hotel temprano al día siguiente, Bukhara, la ciudad de Las mil y una noches, abría su abanico de posibilidades frente a mí. No lo sabía entonces, pero ese día no solo descubriría el lugar milenario de fábula, sino también a uno de sus guardianes acérrimos: el fotógrafo Behzod Boltaev.

Es una mañana fresca y vibrante en Uzbekistán, de esas que lo invitan a uno a dejarse llevar por la imaginación, tal como lo hacía en mi infancia cuando leía los cuentos de la colección ilustrada de aventuras arabescas Arlo. Rápidamente tomo mi desayuno y salgo a caminar. A cada paso que doy, constato que la imaginación finalmente se fusiona con la realidad. Yendo por la calle Baha-ud-Din Naqshband —que lleva el nombre del maestro que fundó la cofradía sufí Naqshbandiyya y al que se le atribuyen poderes milagrosos—, puedo ver la Plaza Lyab-i-Khauz, rodeada de madrasahs y lugares de culto.
No es momento de realizar mi itinerario, sino más bien de detenerme e impregnarme de esa energía que te da la antigua ciudad sufí casi intacta. Un pensamiento pasa por mi mente: me siento como si fuera un derviche bujarí cuya ciudad quiso que el tiempo se detuviera, esperando

que algún día regresara. Con esa sensación presente, me siento en una callecita para observar a la gente pasar, cuando de pronto veo a un señor en bicicleta, probablemente de fabricación rusa, vestido de color oscuro y con un doppi negro. En ese instante me pregunto: ¿Qué idioma hablaría? ¿Qué sabría él de su propio pasado e historia? ¿Qué pensaría de la modernidad y de los extranjeros? Al fin y al cabo, Uzbekistán es un país que apenas comienzo a descubrir, a pesar de que siempre me consideré alguien que sabía del mundo. Me puse a pensar por qué yo sabría tan poco de él. No cabe duda de que la era soviética escondió su pasado y que, en general, muy poco se sabe de él, al punto de nunca relacionarlo con Las mil y una noches.
Luego de un rato, veo a lo lejos un gran afiche que dice “Bukhara Photo Gallery”. Es exactamente otro de los lugares que había marcado en mi itinerario, de modo que decido seguir mi camino. En el afiche aparecían los nombres de los cuatro fotógrafos fundadores de esa galería, cuyas muestras forman parte de su exposición permanente, y presentaba retratos de dos hombres de Bukhara con sus vestimentas tradicionales y otras escenas de la vida de personas locales. No lo pensé dos veces: decidí que sería el primer hito de mi visita.

¡Qué mejor que empaparme de historia y de tradición antes de comenzar mi recorrido!
La galería se encontraba, nada más y nada menos, que en un caravanserai del siglo XIX d. C., cuya arquitectura es de una sobriedad notable. Al ingresar, veo al fondo una pequeña puerta muy hermosa y colorida, hecha en madera tallada con un estilo muy típico que, sin embargo, contrastaba con el resto del lugar, y una bicicleta estacionada junto a la puerta. Otra bicicleta ya guiaba el tránsito mi pensamiento en este viaje matutino de descubrimiento, de modo que todo daba a entender que alguien y algo interesante se encontraban dentro.
La entrada estaba llena de diplomas enmarcados de manera delicada, con elogios en

francés, inglés, ruso, uzbeco y quizás otros, y algunos se leía la inscripción “UNESCO”. Al fondo, una interminable y tradicional colección de fotos. Todo confirmaba que era un lugar maravilloso e infaltable, donde, efectivamente, podría obtener información valiosa para conocer mejor la cultura e historia de Bukhara.
Es así como di inicio a mi viaje y, a medida que iba recorriendo mi itinerario, constataba que, tal cual las fotos de la galería, se trataba de una ciudad donde el tiempo se había detenido, a pesar de la modernidad de nuestros tiempos.

Ubicada en pleno centro histórico de la ciudad, en un caravanserai llamado “Olimion”, que data del siglo XIX d. C., y a pocos pasos del complejo Khoja-Gaukushan, del siglo XVI d. C., y protegido por la UNESCO, la galería es de muy fácil acceso y fácil de reconocer. Por lo que decidí que se convertiría en un punto de parada obligatoria de ahí en adelante; así, en cada visita sucesiva a la bella ciudad, podría consolidar mis experiencias e ideas de los lugares que iba viendo a lo largo de mis recorridos por su calles, templos y bazares.
Fue en un par de esas visitas sucesivas a la galería que pude conocer a los grandes fotógrafos bujaríes Behzod Boltaev y Nuriddin Juraev.
Hoy me dedicaré a escribir sobre Behzod; en un próximo artículo, les hablaré de Nuriddin.
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