Encuentro con el fotógrafo Behzod Boltaev – descubrimiento de la “Bukhara Photo Gallery”
- Pedro Allemant
- 25 abr
- 2 Min. de lectura

Despierto en mi hotel de Bujará luego de un largo viaje en tren desde Jiva y rápidamente tomo mi desayuno para salir a descubrir la ciudad de «Las Mil y Una Noches». Dejándome llevar por la imaginación, tal como lo hacía en mi infancia cuando leía los cuentos de la colección Arlo, salgo a caminar y en cada paso que doy constato que la imaginación finalmente se fusiona con la realidad.
Yendo por Baha-ud-Din Naqshband, calle que lleva el nombre del maestro que fundó la cofradía sufí naqshbandiyya, y al que se le atribuyen poderes milagrosos, puedo ver la Plaza Lyab i Khause rodeada de madrazas y lugares de culto.
No es momento de realizar mi itinerario, sino más bien de detenerme a apreciar e impregnarme de esa energía que te da la ciudad, una vez sufí e intacta. Un pensamiento pasa por mi mente, me siento como si fuera un derviche bujarí cuya ciudad quiso que el tiempo se detuviera esperando que algún día regresara.
Dejo de lado mi itinerario y me siento en una callecita para observar a la gente pasar, cuando de pronto veo a un señor en bicicleta, probablemente de fabricación rusa, vestido de color oscuro y con un duppi de color negro. En ese instante me pregunto: ¿Qué idioma hablaría? ¿Qué sabría de su pasado e historia? ¿Qué pensaría de la modernidad de los extranjeros? En fin, Uzbekistán, un país que apenas comienzo a descubrir a pesar de que siempre me consideré alguien que sabía del mundo, pero me puse a pensar por qué yo sabría tan poco de él. No cabe duda de que la era soviética escondió su pasado y que muy poco se sabe de él, a punto de nunca relacionarlo con “Las Mil y Una Noches”.
Sigo mi camino y a lo lejos veo un gran afiche que dice “Bukhara Photo Gallery”. Es exactamente otro de los lugares que había marcado en mi itinerario. En el afiche aparecían los nombres de los cuatro fotógrafos fundadores de esa galería y cuyas muestras forman parte de la exposición permanente de la misma. El afiche mostraba retratos de dos hombres de Bujará con sus vestimentas tradicionales y otras escenas de la vida de personas locales.
No lo pensé dos veces y decidí que fuera el primer punto de mi visita. ¡Qué mejor que empaparme de historia y de tradición antes de comenzar mi recorrido!
La galería se encontraba nada más y nada menos que en un caravasar del siglo XIX cuya arquitectura es de una sobriedad remarcable. Al ingresar, veo al fondo una pequeña puerta muy hermosa y colorida hecha en madera tallada con un estilo muy típico que contrastaba con el resto del lugar y una bicicleta estacionada junto a la puerta. Todo daba a entender que alguien y algo interesante se encontraban dentro.
La entrada, llena de diplomas enmarcados de manera delicada con elogios en idioma francés, inglés, ruso, uzbeco y quizás otros, pude ver en algunos la inscripción “UNESCO”, y al fondo una interminable y vernacular colección de fotos. Todo confirmaba que era un lugar maravilloso e infaltable donde podría obtener información valiosa para conocer mejor la cultura e historia de Bujará, como mencioné anteriormente.
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